sábado, 6 de noviembre de 2010

Historias inacabadas...


Aquel día pensé que todo iba a ser especial que se iniciaba un viaje en el que todo iba a ser diferente.

Madrugué para que el sol despertara conmigo. Bajé las maletas y las monté en mi viejo pero querido coche. Qué energía tan agradable. Pasados los primeros kilómetros seguía con una sonrisa en mi cara, sí, qué a gusto estaba.

En ese instante me di cuenta que me gustaba mirar la vida por el retrovisor, y pensé por qué el hacerlo me hacía sentir bien. Probablemente porque nunca aprecio lo que vivo en el momento y me gusta la melancolía de lo pasado, volver la vista atrás y deleitarme. El problema es mirar adelante, y aunque ese día tenía muy claro dónde quería llegar, no es precisamente algo de lo que suceda en mi vida real.

Kilómetros y más kilómetros, intentaba absorber todo lo que aquel día me enseñaba. El cambio de estación mostraba colores que cuestan imaginar o así lo percibía.

Cantaba a grito pelado las canciones que reproducía el cd (que previamente había grabado para la ocasión), esbozando una sonrisa por el hecho de qué podía pensar cualquiera que con cada uno de esos súper potentes vehículos me adelantara. "Dónde ira esta con ese coche y tan emocionada!??" Sí, aunque últimamente mi estado anímico no es este, me sentía feliz, no sólo feliz…., muy feliz!!! Cierto es que me ilusiono con cualquier cosa, y cualquier cosa me ilusiona…, supongo que el término que debería definirme sería “ilusa”, pero en sus dos acepciones.

Saludé haciendo sonar la bocina a unos niños/as que desde la parte posterior de su autocar, reclamaban mi atención, y sonreí, claro que sonreí, me vi a mi en cualquiera de los viajes que realicé cuando era pequeña, con mis amigas del cole o de patinaje, cuando haciéndonos las mayores, nos separábamos de las faldas de nuestras madres, nos poníamos en la parte posterior del bus y hablábamos de cosas prohibidas, de vivencias de las que sabían mucho más y llamábamos la atención a los conductores que nos seguían, el premio era conseguir ese saludo. Pff, cuánto tiempo ha pasado de eso, y en cierto modo alegra el pensar que no todo ha cambiado tanto.

Y así iba restando distancia, pasando de la huerta de mi ciudad, al árido terreno de los Monegros, pasando por tierras de viñedos interminables hasta llegar al paisaje que me roba el corazón, en el que imagino cada historia, el que me hace emocionar. Es una sensación inexplicable. Entonces pasan por mi cabeza palabras que he escuchado una y otra vez y que son la biblia de los lugareños…., zuhaitz, haizea, lur..., hay tantas, que tan solo su susurro me hacen saltar las lágrimas..

(no continuará...)

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